En cada villa, una calle se abre y te invita a detenerte aunque sea un momento. Estás en la plaza. Puede que sólo sea un recoveco con un banco o un puesto de revistas; o que haya una arboleda, una fuente y un café. Sólo tienes que detenerte para estar en ella. No tienes que hacer reservaciones ni pedir permiso para entrar. La plaza siempre te recibe y te acompaña cuando te alejas… porque donde te encuentres, siempre hay una plaza que puedes hacer tuya.
Jorge L. Munoz
© 2009 JLM
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